EL DELIRIO ES UNA MENTIRA QUE DICE LA VERDAD

HOJA DE SALA, EXPOSICIÓN EN EL MUSEO DE LA CIUDAD DE QUERÉTARO, 2021.

Solemos pensar en la imagen como una serie de formas que ensamblan una escena, un tema o un ambiente que, eventualmente, comunicamos con palabras, oraciones e historias. El trabajo de María José Sesma pone en segundo plano ese modo de ver para concentrarse en el espacio que existe entre los elementos: en la serie de fuerzas que sustentan las materias –humanas, animales, naturales– y que permiten el movimiento o el estatismo.

Transitar de una producción centrada en las formas a una que mira las fuerzas tiene como consecuencia encontrarse frente a frente con una serie de relaciones. La imagen, entonces, es efecto y consecuencia de la interacción. Las fuerzas se manifiestan como síntomas, marcas, secuelas y hallazgos. Están aquí, están presentes.

Dos cuerpos no pueden ocupar materialmente el mismo espacio. Sin embargo, uno puede influir sobre el otro hasta diluir su voluntad, controlar su mecánica e incluso hacerlo morir para que la vida siga: un gusano busca a un grillo, una vez dentro hace que salte al agua y muera para así poder reproducirse. 

Dentro de la exposición, hay influencias más sutiles. Membranas que producen territorios. Partículas que hacen visible la oscuridad. Un mar insonoro que se muestra fijo para explotar en los confines de nuestra imaginación, que media y tergiversa las percepciones mundanas. Medios que filtran la luz para evidenciar al ocultar. También está el ojo como promesa de verdad, como conducto de las potencias de lo falso. 

Además de la dimensión molecular, El delirio es una mentira que dice la verdad aborda el andamiaje psíquico. En 1961, en Garabandal, España, cuatro niñas dijeron que la Virgen María se les había aparecido mientras jugaban en el bosque. Las fuerzas de sugestión y narración abrieron en ellas posibilidades corporales inusuales: gestos de éxtasis, caminatas hacia atrás por caminos rocosos, pasividad ante las quemaduras sobre su piel. La sugestión captura un cuerpo y produce síntomas que lo atraviesan, signos que solemos leer como pruebas que sostienen sentencias. 

El trabajo de Sesma no consiste en inventar las conexiones, sino en observar las grietas en nuestros presupuestos de verdad para patentizar su manufactura. Para ello, hace uso del archivo. Toma las imágenes y se las apropia, no para producir del excedente algo nuevo, sino para generar un vínculo más: la unidad se disuelve ante una multitud que cimbra el orden social e introduce la coyuntura para mirar no sólo lo visible, sino lo manifiesto. 

–Sandra Sánchez